El sol es una fuente de vida y muchos son los beneficios del sol para nuestro organismo. Sin embargo, y ya desde principios del siglo XXI, se determinó que esta “estrella de luz” era perjudicial para nuestra piel y era mejor permanecer encerrado o salir con armadura a la hora de exponernos a él. Un poco exagerado, sí, pero algo de verdad también.
¿Debemos huir del sol?
Y es que, como siempre, nada es blanco o negro y hay que actuar con sentido común: los efectos del sol sobre la piel en una exposición prolongada, provoca que los UVs dañen nuestra dermis, porque causan quemaduras y cambios en nuestro ADN, lo que aumenta el riesgo de sufrir cáncer de piel.
¡Pero ojo! También debemos saber que una exposición diaria al sol aporta grandes beneficios y nos permite, entre otras cosas, producir vitamina D. Y los buenos niveles de vitamina D reducen significativamente nuestro riesgo en desarrollar cáncer o enfermedades cardiovasculares.
Entonces, ¿qué hacemos? La respuesta es fácil: no huir de él pero sí tomar el sol con moderación y conocimiento. Veamos cómo:
Tomar el sol, sí, pero con moderación
Los rayos solares se componen de varios ultravioleta: los UVA, los UVB y los UVC.
Los UVA están presente todo el tiempo, independientemente del clima. Pasan a través de las nubes y también de las ventanas.
Un 80% de los UVA penetran profundamente en la dermis de la piel, e incluso pueden causar quemaduras solares. Destruyen las fibras de colágeno y elastina, causando el envejecimiento cutáneo prematuro con aparición de arrugas y perdida de elasticidad.
Los UVB están 100 veces menos presente que los UVA, no atraviesan las ventanas, pero sí la piel. Esos rayos transportan tanto calor que generan radicales libres, estos «electrones libres e inestables» que alteran las células sanas y responsables de las quemaduras solares y arrugas.
Los UVC no atraviesan la capa de ozono por lo que no afectan directamente a nuestra piel.
Además, también existen los rayos infrarrojos, que penetran aún más profundamente en la piel, hasta la hipodermis, induciendo producción de radicales libres.
Así pues, debemos saber que tanto los rayos UVA, como los rayos UVB, como los infrarrojos causan daño en las células de nuestra piel, al desencadenar la formación de enlaces anormales en su ADN.
El fotoenvejecimiento de la piel
Los radicales libres son moléculas que se producen en nuestro organismo, como mecanismo de defensa frente a las radiaciones solares y otros causantes como el estrés, los pesticidas, etc.
Una sobreexposición al sol provoca un aumento de esos radicales libres que dañan nuestras células, atacando el colágeno y la elastina de la piel. Y en consecuencia a ese fenómeno, se genera una pérdida de elasticidad y firmeza, lo que conlleva el envejecimiento de la piel.
Este envejecimiento cutáneo es extrínseco, es decir, causado por factores externos a nosotros. Lo llamamos fotoenvejecimiento.
Se caracteriza por varias maneras:
● Por una pigmentación desigual que va en aumento con el tiempo; son las típicas manchas de piel.
● También se observa una piel seca y apagada.
● Aparición gradual de arrugas en las zonas más expuestas como las manos, el escote, los brazos y el rostro.
Obviamente, la piel foto envejecida se manifiesta de manera distinta, según el fototipo de cada persona y nuestra propia vulnerabilidad frente a los radicales libres, por lo que los efectos del sol sobre la piel también influyen de manera distinta en cada persona.
¿Entonces cómo se protege la piel de los radicales libres?
Para proteger nuestra piel de radicales libres, varios mecanismos se ponen en marcha, como la producción de melanina (oscurecimiento de la piel) o el espesamiento de la capa superficial de la piel.
Otro mecanismo de defensa son los antioxidantes, sustancias fabricadas por nuestro organismo. Gracias a ellos, se limita el envejecimiento de nuestras células y permiten mantener un cierto equilibrio entre ellas.
¿Qué son los antioxidantes y cómo benefician a nuestro cuerpo?
Nuestro organismo tiene la capacidad de fabricar antioxidantes para captar esos radicales libres. Pero este sistema de protección queda frágil y vulnerable según las personas y su condición: la edad, el tipo de piel, la calidad de vida y, obviamente, la frecuencia a la exposición solar.
Así que muchas veces vamos a necesitar ayudas externas si queremos mantener una piel en buen estado y aportar los antioxidantes que nuestro organismo no fabrica en cantidad suficiente.
Aportación de antioxidantes a través de la alimentación
La alimentación es una buena fuente para aportar antioxidantes complementarios a los que fabricamos.
Los encontramos en:
- Sustancias que llevan carotenoides (pigmentos que contienen betacarotenos, licopeno, luteína, astaxantina y zeaxantina). Están presentes en la zanahoria, el tomate, los pimientos, el maíz, la calabaza, el brócoli, las espinacas y la yema de huevo principalmente. También en el salmón, la trucha o el marisco, que es rico en astaxantina.
- Sustancias que contienen vitaminas C y E: frutos rojos como las cerezas, las fresas, las moras, el perejil o el aceite de germen de trigo.
- El té verde, el cacao o los frutos secos como la acerola, las bayas de koji, las ciruelas, las pasas y las nueces. También en la alcachofa y la manzana.
Aportación de antioxidantes a través de la cosmética
La aplicación tópica de antioxidantes ayuda a minimizar los daños inducidos por las radiaciones y la exposición continuada al sol. Destacamos algunos ingredientes que se pueden incluir en productos cosméticos reparadores.
- Las vitaminas:
- Vitamina A (retinoides) o ricos en carotenoides: macerado de zanahoria, aceites vegetales de granada, frambuesa, rosa mosqueta, tomate, astaxantina (alga de agua dulce), semilla de achiote, extracto de espino amarillo.
- Vitamina B3 (niacinamida), resveratrol, coenzima Q10.
- Vitamina C (extracto del fruto del pomelo, acerola o escaramujo). √ Vitamina E (aceite vegetal de germen de trigo, de semilla de uva, o de higo chumbo).
- El ácido ferúlico
- Los polifenoles y flavonoides: té verde, aceite de semilla de uva, resveratrol, o extracto de romero.
La mayoría de esos ingredientes tienen además una propiedad antiinflamatoria, por la cual, ayudan a la piel a recuperarse de manera más eficiente.
¡Pero no nos equivoquemos! Esas materias primas no nos protegen del sol ni son productos solares. Se aplican después de un exceso de sol y ayudan a minimizar los daños provocados.
Así que… no huyamos del sol ¡pero con cuidado!
¡Nutrámonos del sol sabiamente, como una fuente de luz beneficiosa, con una exposición diaria moderada y placentera, buscando un bronceado gradual, sin enrojecimiento ni quemaduras! ¡Y con mucha alegría!